El reto comunicativo es transmitir la paradoja de que, por un lado, hasta ahora hemos podido observar un crecimiento exponencial en muchos mercados, lo que nos ha llevado al éxito, pero que en el futuro es precisamente este fuerte crecimiento el que se limitará a sí mismo y nos llevará al absurdo. Hasta ahora se ha ignorado que el crecimiento y la prosperidad se desacoplan con el movimiento progresivo a lo largo de la curva de crecimiento, y que cualquier crecimiento adicional consume substancia, disminuyendo así la prosperidad y, en última instancia, incluso privando a la gente de su sustento. Comunicar el cambio de tendencia nunca ha sido fácil.
Sin embargo, los indicios de esta inversión de tendencia son evidentes: la competencia, ahora mundial, por las materias primas y las fuentes de energía primaria hace que los fundamentos del crecimiento económico sean más escasos y más caros en la misma línea que antes. Los gastos que hay que hacer para reparar los daños ambientales ya causados y para evitar o compensar los futuros aumentan notablemente y llevarán los planteamientos anteriores a sus límites.
En la actualidad, la mayoría de las tierras agrícolas son muy propensas a la erosión, están agotadas y enriquecidas con fertilizantes y pesticidas. Con el aumento de la población mundial y de la prosperidad superficial, los alimentos son cada vez más escasos y caros. La gente está cambiando gradualmente la prosperidad temporal por la pobreza, el hambre y el conflicto.
En el sector industrial se está produciendo una evolución similar. El consumo de agua aumenta exponencialmente y la calidad del agua disponible se deteriora con el uso. Los costes sanitarios inevitables y los costes de restauración de la naturaleza y de protección del clima ya suponen una carga directa e indirecta considerable para los modelos de negocio industriales.
Estos «costes secundarios» ya se están notando:
Los granulados de plástico y la energía eléctrica se están encareciendo tanto que algunos productos apenas pueden fabricarse y comercializarse de forma económicamente viable. La industria electrotécnica depende en gran medida de la disponibilidad de materias primas escasas, como el tantalio. Las industrias de transformación de metales dependen de la disponibilidad de materias primas como el magnesio.
Esto tiene otra dimensión: cuanto más desesperada sea la misión de seguir trabajando como antes, más probable es que las personas pierdan el sentido de lo que hacen y se identifiquen cada vez menos con las tareas asignadas. Al centrarse en el éxito material, se dedica menos tiempo a la comunidad en forma de familia, pero también en forma de sociedad, y se le da menos importancia. La gente se aísla en su camino hacia el éxito material. Si la ganancia material es el centro de interés y no se desarrollan otros valores, las personas se sentirán infructuosas y desorientadas en cuanto quede claro que sus objetivos materiales ya no pueden cumplirse. La consiguiente pérdida de motivación acercará el límite tangible del crecimiento a medida que aumente la presión económica.
En un mundo limitado, no puede haber un crecimiento infinito. La actividad económica, cuando la consideramos inmersa en su entorno, es siempre un juego de suma cero. Es una transformación de energía primaria y materias primas en productos, calor y movilidad. O una transformación de las habilidades y capacidades humanas en ideas, conceptos e innovaciones.
Ya estamos notando los efectos en forma de aumento masivo de los costes auxiliares en sentido amplio con un aumento comparativamente pequeño de las prestaciones. Entretanto, estos costes auxiliares se producen sobre todo como cobertura contra los efectos que se manifiestan cuando las fuentes se explotan en mayor medida. Hacer frente a la incertidumbre en la zona del límite cuesta un esfuerzo adicional considerable. Se trata de un mecanismo de autorrefuerzo (retroalimentación positiva).
Para ilustrar la relación entre un mayor rendimiento y una mayor incertidumbre, puede servir la ecuación logística [i] del matemático belga Pierre François Verhulst. En 1838, amplió la ecuación lineal dp/dt = r * panterior, donde dp/dt es cualquier crecimiento adicional y r es la tasa de crecimiento, añadiendo un miembro que introduce el aspecto de aproximación al límite superior del crecimiento. El resultado es la siguiente ecuación: dp/dt = r X panterior * ((K- panterior)/K), donde K es el límite de crecimiento. Sorprendentemente, esta ecuación ya no es lineal. La ecuación muestra inicialmente una aproximación asintótica esperada a un límite de crecimiento. Pero lo realmente asombroso de esta ecuación es que, cuando el límite de crecimiento se aproxima lo suficiente, el volumen empieza a saltar entre valores discretos con un mayor aumento (efecto ?boom-or-bust?), y cae en el caos total con un aumento aún mayor.
Esta observación es coherente con nuestra experiencia en la frontera del crecimiento económico.
La espiral de crecimiento sólo continuará hasta que amenace con quedarse sin comida. Si sigue aumentando, tendremos que recorrer un camino de sufrimiento que no se puede controlar y que no tiene perspectivas.
Alternativamente, cambiaremos con el tiempo. Sin embargo, cuanto más esperemos para cambiar, peores serán las condiciones de partida de los nuevos caminos. Ignorar esta conexión bien conocida y preocuparnos por las pseudo-soluciones no conducirá en absoluto a una mejora.
El sistema de la naturaleza y la economía se regula inevitablemente a sí mismo, y todos somos componentes de este sistema. Así, el dilema que se percibe de que cuestiones como la protección del clima sólo pueden resolverse a nivel mundial y que la iniciativa de los individuos supuestamente no puede tener un efecto rotundo se disolverá de forma natural. No tendremos otra alternativa que afrontar los retos de un mundo sin crecimiento cuantitativo. Los individuos pueden dar impulso y comenzar movimientos influyentes.
Por lo tanto, hay que trabajar para sensibilizar a la población sobre el desarrollo y la necesidad de tomar medidas eficaces.