La práctica ZEN como camino hacia la autoconciencia y la autodirección

El zen es una corriente o linaje del budismo mahayana que se originó en China en el siglo V, antes de la era cristiana, y que estuvo influenciado principalmente por el taoísmo.

El zen fomenta el equilibrio interior y permite a las personas sacar fuerzas de la serenidad. De este modo, el Zen permite a las personas avanzar y seguir un camino claro de forma autodeterminada y autorresponsable.

El zen no pretende ser dogmatizado como la panacea. Tampoco se trata de «una cosa o la otra», sino de «las dos cosas», de las conexiones y de los complementos. Podemos aprender algo de cada cultura y de cada idea básica coherente. De este modo, la práctica del Zen puede ayudar a ampliar la eficacia y la sostenibilidad de nuestras acciones.

El zen conoce el karma, un enfoque según el cual toda acción física y mental tiene inevitablemente consecuencias, positivas o negativas; la totalidad de las consecuencias de nuestros actos tendrá consecuencias, también sobre nosotros. En nuestro mundo económico occidental, generalmente actuamos como si no hubiera repercusiones. Toda nuestra situación económica y política se ha vuelto correspondientemente tensa. La lógica del mundo no permite calles de un solo sentido.

En este contexto, el Zen muestra una forma de abolir la separación entre el mundo interior y el mundo exterior; en otras palabras, el Zen lo incluye todo. El zen implica comprender el conjunto para reconocer las posibilidades efectivas de acción, en lugar de decidir desde la propia perspectiva (aislada). Esta idea central se manifiesta también en la disciplina de la teoría de los juegos establecida en nuestro ámbito cultural occidental, cuyos resultados, que a menudo nos desconciertan, son en realidad bastante naturales. Estamos conectados a nuestro entorno. Para poder conseguir lo mejor para la comunidad y, por lo tanto, también para nosotros mismos a largo plazo, se requiere confianza, que se alimenta de la fiabilidad y la equidad en el contexto de los intereses individuales.

¿Cómo podemos ser eficaces? El Zen anima a sus alumnos a centrarse en las posibilidades que ofrece el momento. Sólo aquí y ahora podemos marcar la diferencia. Esta es la sabiduría del Daoísmo. El zen fomenta la conciencia continua, plena y consciente del momento presente, sin prejuicios. El zen recomienda una «mente de practicante» que busque su camino y no pretenda ya saberlo todo. De este modo, el Zen contrarresta eficazmente los fenómenos neurofisiológicos conocidos hoy en día del engaño a través de los filtros perceptivos, las reacciones irreflexivas, el priming neuronal, el contexto situacional (framing), la tendencia a crear conexiones artificiales (coherencia), las falacias lógicas (por ejemplo, confundir correlación con causalidad) y las influencias emocionales y diurnas. En el Zen, la idea de un ego, es decir, la conciencia del yo como una persona independiente y separada de la realidad, se considera una ilusión y la causa del sufrimiento. 5.2.3.3 La práctica ZEN como camino hacia la autoconciencia y la autodirección

El zen es una corriente o linaje del budismo mahayana que se originó en China en el siglo V, antes de la era cristiana, y que estuvo influenciado principalmente por el taoísmo.

El zen fomenta el equilibrio interior y permite a las personas sacar fuerzas de la serenidad. De este modo, el Zen permite a las personas avanzar y seguir un camino claro de forma autodeterminada y autorresponsable.

El zen no pretende ser dogmatizado como la panacea. Tampoco se trata de «una cosa o la otra», sino de «las dos cosas», de las conexiones y de los complementos. Podemos aprender algo de cada cultura y de cada idea básica coherente. De este modo, la práctica del Zen puede ayudar a ampliar la eficacia y la sostenibilidad de nuestras acciones.

El zen conoce el karma, un enfoque según el cual toda acción física y mental tiene inevitablemente consecuencias, positivas o negativas; la totalidad de las consecuencias de nuestros actos tendrá consecuencias, también sobre nosotros. En nuestro mundo económico occidental, generalmente actuamos como si no hubiera repercusiones. Toda nuestra situación económica y política se ha vuelto correspondientemente tensa. La lógica del mundo no permite calles de un solo sentido.

En este contexto, el Zen muestra una forma de eliminar la separación entre el mundo interior y el mundo exterior; en otras palabras, el Zen lo incluye todo. El zen implica comprender el conjunto para reconocer las posibilidades efectivas de acción, en lugar de decidir desde la propia perspectiva (aislada). Esta idea central se manifiesta también en la disciplina de la teoría de los juegos establecida en nuestro ámbito cultural occidental, cuyos resultados, que a veces nos desconciertan, son en realidad bastante naturales. Estamos conectados a nuestro entorno. Para poder conseguir lo mejor para la comunidad y, por lo tanto, también para nosotros mismos a largo plazo, se requiere confianza, que se alimenta de la fiabilidad y la equidad en el contexto de los intereses individuales.

¿Cómo podemos ser eficaces? El Zen anima a sus alumnos a centrarse en las posibilidades que ofrece el momento. Sólo aquí y ahora podemos marcar la diferencia. Esta es la sabiduría del Daoísmo. El zen fomenta la conciencia continua, plena y consciente del momento presente, sin prejuicios. El zen recomienda una «mente de practicante» que busque su camino y no pretenda ya saberlo todo. De este modo, el Zen contrarresta eficazmente los fenómenos neurofisiológicos conocidos hoy en día del engaño a través de los filtros perceptivos, las reacciones irreflexivas, el priming neuronal, el contexto situacional (framing), la tendencia a crear conexiones artificiales (coherencia), las falacias lógicas (por ejemplo, confundir correlación con causalidad) y las influencias emocionales y diurnas. En el Zen, la idea de un ego, es decir, la conciencia del yo como una persona independiente y separada de la realidad, se considera una ilusión y la causa del sufrimiento. El zen nos sensibiliza con la observación aguda y el análisis limpio.

El zen también crea espacio para nuevas perspectivas. El zen fomenta la percepción pura y sin filtros, con una expansividad abierta, despierta y clara, justo en este momento. La práctica del zen abre la perspectiva y el espacio de pensamiento y -desde la relajación- nos permite reconocer mejor las posibilidades de solución de ruptura.

El zen también apela a la frugalidad. ¿Qué tipo de actividad nos hace realmente felices? ¿Cómo se define la carrera profesional? ¿Qué tarifas debemos cobrar por nuestros servicios? ¿Qué es realmente necesario, qué es un exceso? Menos es a menudo más: menos preocupaciones, más tiempo y atención para lo esencial. Imaginemos el efecto multiplicador que se puede movilizar si todo el mundo optara por vivir de forma frugal. No se trata de vivir una vida plana en la simplicidad, sino todo lo contrario: habrá más energía para las cosas realmente importantes y para la buena convivencia. ¿Hasta qué punto la gratitud y la humildad siguen ancladas en nuestra sociedad?

La esencia del camino Zen es nuestro propio camino. Es independiente de lo mundano o de lo ajeno, independiente de maestros y gurús o de libros y enseñanzas, independiente de la opinión de los demás y de nuestra propia opinión.

«Si quieres saber de dónde vienes, mira quién eres ahora en este momento. Si quieres saber quién serás, mira lo que estás haciendo, hablando, pensando ahora en este momento». (Buda).

Los que se centran en lo esencial y en las posibilidades del momento también pueden utilizar su tiempo con eficacia.

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